Curiosamente, creo que estoy enlazando la mayor cantidad de noches dormidas de tirón desde que me hice adulto. Mi despertar en slow-motion sigue aquí: primero me pregunto qué hora será, pero me tomo mi tiempo en comprobarlo; una mano viaja para comprobrar el sanísimo peso y consistencia de mi amigo allá abajo; me giro y con un ojo entreabierto trato de adivinar qué hora marca la poca luz que atraviesa las rendijas de mi ventana (el móvil está a mi lado, pero es el objeto menos poético de la historia); y entonces siento que algo muy importante ha pasado, algo doloroso, que me ha cambiado la vida, que va a cambiarme a mí. Son las 8 A.M. y empieza otro de los primeros días de mi existencia después de mi madre.
Aunque no quieras, piensas tanto en ello que siempre hay un rato al día en que te preguntas cómo le estará yendo en El Otro Lado. La imaginas sana, fuerte y joven, y más guerrera que nunca, así que no me extrañaría que se dedique a ajustar cuentas con gente que haya influenciado a sus queridos hijos: habrá preguntado por Jim Morrison y le estará metiendo una bronca de espanto. Pobre Jim.
Por muy avisados que estemos, el efecto de la pérdida de un ser querido, un habitante de la primerísima línea de tu vida, desde luego, es imprevisible. Detalles ordinarios en los que no voy a entrar lo demuestran. Y en tu interior has aparcado cientos de intereses que antes te movilizaban, y no sabes cuándo volverán, ni en qué estado de conservación.
Afortunadamente, la mayor parte del tiempo la ocupas fuera de la ensoñación y te dedicas a asimilar que donde está ahora, en el destino final de todos nosotros, es igual a nada. Ni siquera creo que haya luces al final del túnel: eso lo cuenta gente con muy buena intención, con ganas de sofisticar un poco el consuelo y de darle un susto al miedo, pero no: por mucho que lo expliquen y su narración coincida con la de otros, aquello que sintieron a las puertas de la muerte es una experiencia que en sus cabezas se ha ordenado después, con la limitada ayuda de las palabras que, en general, prácticamente sólo sirven para mentir.
En el UK
los ateos se están movilizando de una forma civilizada y sin necesidad de agredir ni siquiera intelectualmente a quienes hayan llegado a conclusiones distintas. Probablemente (probablemente) no haya nada, y si alguna radiante luz nos espera en algún lugar, probablemente (probablemente) esté por aquí cerca y sirva para ayudarnos a todos. Y bueno, tampoco veo por qué obligar a los demás a que lo piensen así, allá ellos, y sus creencias me parecerán muy bien siempre que nos dejen vivir en paz. Porque la paz es una de las mejores cosas que hay en la vida y, probablemente, también lo mejor en la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario