jueves, 27 de noviembre de 2008

Ha sucedido cerca de mi casa

Esto pasó ayer, y cerca de mi casa, no; justo al lado.

Aprovecho para aclarar que el "vecino" no era yo, a pesar de mi fama de reptil del Santa Cruz Blues Bar.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Probablemente, nada



Curiosamente, creo que estoy enlazando la mayor cantidad de noches dormidas de tirón desde que me hice adulto. Mi despertar en slow-motion sigue aquí: primero me pregunto qué hora será, pero me tomo mi tiempo en comprobarlo; una mano viaja para comprobrar el sanísimo peso y consistencia de mi amigo allá abajo; me giro y con un ojo entreabierto trato de adivinar qué hora marca la poca luz que atraviesa las rendijas de mi ventana (el móvil está a mi lado, pero es el objeto menos poético de la historia); y entonces siento que algo muy importante ha pasado, algo doloroso, que me ha cambiado la vida, que va a cambiarme a mí. Son las 8 A.M. y empieza otro de los primeros días de mi existencia después de mi madre.

Aunque no quieras, piensas tanto en ello que siempre hay un rato al día en que te preguntas cómo le estará yendo en El Otro Lado. La imaginas sana, fuerte y joven, y más guerrera que nunca, así que no me extrañaría que se dedique a ajustar cuentas con gente que haya influenciado a sus queridos hijos: habrá preguntado por Jim Morrison y le estará metiendo una bronca de espanto. Pobre Jim.

Por muy avisados que estemos, el efecto de la pérdida de un ser querido, un habitante de la primerísima línea de tu vida, desde luego, es imprevisible. Detalles ordinarios en los que no voy a entrar lo demuestran. Y en tu interior has aparcado cientos de intereses que antes te movilizaban, y no sabes cuándo volverán, ni en qué estado de conservación.

Afortunadamente, la mayor parte del tiempo la ocupas fuera de la ensoñación y te dedicas a asimilar que donde está ahora, en el destino final de todos nosotros, es igual a nada. Ni siquera creo que haya luces al final del túnel: eso lo cuenta gente con muy buena intención, con ganas de sofisticar un poco el consuelo y de darle un susto al miedo, pero no: por mucho que lo expliquen y su narración coincida con la de otros, aquello que sintieron a las puertas de la muerte es una experiencia que en sus cabezas se ha ordenado después, con la limitada ayuda de las palabras que, en general, prácticamente sólo sirven para mentir.

En el UK los ateos se están movilizando de una forma civilizada y sin necesidad de agredir ni siquiera intelectualmente a quienes hayan llegado a conclusiones distintas. Probablemente (probablemente) no haya nada, y si alguna radiante luz nos espera en algún lugar, probablemente (probablemente) esté por aquí cerca y sirva para ayudarnos a todos. Y bueno, tampoco veo por qué obligar a los demás a que lo piensen así, allá ellos, y sus creencias me parecerán muy bien siempre que nos dejen vivir en paz. Porque la paz es una de las mejores cosas que hay en la vida y, probablemente, también lo mejor en la muerte.

martes, 18 de noviembre de 2008

Pezón Rojo (Y Ligeramente Irritado)

Y a todo esto, me entero de que los chicos de Pezón Rojo están empezando a petarlo con fuerza, y sin dolor.

Digo los chicos porque son más de uno, aunque yo sólo conozco así un poco de vista al front man de la banda...Vaya...¿cómo demonios se llamaba...?

Contraindicado para amantes de los versos de Rubén Darío. Por ejemplo.

lunes, 17 de noviembre de 2008

En proceso

Se puede estar triste y no perder el sentido del humor. Todo consiste en encontrarle un acomodo a la tristeza en tu mente.

Ha pasado ya la primera semana desde el día en que murió mi madre. No sé por qué, pero los últimos días de su vida fueron nublados y lluviosos; en cambio, durante esta semana, el sol ha dormido todos los días en su cama. Siempre me acordaré de lo primero que vi justo después de confirmase la noticia de su muerte: desde la ventana del céntrico séptimo piso en el que estaba, contemplé un espléndido amanecer.

Vivamos tristes, pero vivamos. Me ilusiona pensar que ése fue el recado implícito en el momento crucial en que llamaron para confirmar que mi madre había muerto mientras las ventanas incitaban a disfrutar de un amanecer limpio, brillante. Acomodar a la tristeza tampoco es lo más difícil del mundo, en serio. Hay que procurar abandonar el vicio de preguntarse si ha pasado lo que ha pasado, si ha ocurrido hace cinco minutos y todavía estoy enjaulado en el tanatorio o si han pasado ya cuarenta años desde el día fatídico. Una vez has superado eso, ya te queda menos para poder funcionar con normalidad, sólo que bastante triste en el fondo.

Es un peso suave en los ojos y en el pecho. Lo único que pide es que lo aceptes, nada más. También tiene su nobleza, porque desde el principio te avisa de que no busques consuelo donde no lo hay. Viene armado, y es mejor respetarlo. Sé que duerme con la culpa y la rabia debajo de la almohada, sé que están aquí y hay que mantenerlas a raya.

Hoy ya he podido leer el periódico casi a mi ritmo habitual, sin atascarme en los titulares. Me he cruzado con el practicante que atendía a mi madre, un señor que todos los días saluda a todo el mundo, pero le he evitado para no tener que darle la noticia y hablar del tema. Supongo que ya lo sabrá, y de verdad, no me apetece nada explicarle cómo van las cosas. Ahora me daré una ducha, después bajaré al banco, me dedicaré a organizarme la semana y hacer tareas urgentes del hogar. Tengo que ponerme ya a cambiar las cosas de sitio. Voy a hacerme una comida de ésas de supervivencia, descartando el placer, pero podré hacerlo escuchando música al volumen correcto. En eso consiste el proceso de acomodar la tristeza en la mente: se puede vivir con ella, y los buenos ratos nadie los ha prohibido.

El vídeo de hoy está sacado de la película de Martin Scorsese "El último vals". Neil Young interpreta "Helpless", una canción de las que hacen compañía.



Y mientras tanto espero que llegue el momento en que me vuelva apetecer escuchar a los Beastie Boys. Será otra escala más dentro del proceso, sencillamente.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Purificados



Empecé diciéndolo en el kiosko.

Las lápidas del cementerio, como siempre, estimulaban al enfermizo yonki de la rechufla que soy. Gato Herrero, Mas Debar, sólo me acuerdo de estos, aunque me parece que casi cada nombre contenía un chiste. Me iban saliendo ellos solos en la mente, pero tropezaban con algo y nunca llegaban a ningún sitio.

La vecina vieja que peor me cae me ha pedido por favor que cuente con ella si necesito compañía. Empezaba a contarme un caso parecido que ella recordaba y he tenido que mandarla a la mierda con un guante blanco, de ésos de funerarios.

Una tele enorme que está a dos metros de mí suena a lo lejos.

¿Al final se aclaró con éste móvil?

La cajera Yeni de polígono pone cara de “éste ha llorado”, pero nadie dice nada.

Plegando las sábanas, aún me quedo con las ganas de meterme debajo y saltar, como cuando era verano y era niño y ella y mi abuela hacían esta tarea que por sus aires ceremoniales me trastornaba de repente. Las sábanas estaban frescas, limpias y perfumadas y al ponerme a saltar debajo de ellas, y tocarlas con las puntas de los dedos, me parecía estar tocando el cielo. Afuera se escuchaban coros de risas de mujeres y todo estaba en su sitio y todo estaba bien, así que tampoco me parece tan descabellado eso del cielo.

No recuerdo si acabo de fumarme un cigarro.

La primera canción que me he atrevido a poner en esta segunda parte de mi vida ha sido “Cry Baby”, así que tranquilos: se confirma que seguiré igual de tonto del haba que en la primera.

¿Cómo decirlo? El paseo de salida del cementerio acompañado por Amparo y Patricia, que no dejaban de sonreírme, se quedará seguro como uno de los más hermosos (¿quiero decir “hermosos”?) de toda mi vida.

Mi post anterior me da muy mal rollo. Además, la última cosa intrascendente y sin importancia que le dije fue que había ganado el negrito.

Una amplia planta baja con lápidas en las paredes y al fondo, detrás del mostrador, otra bakala. “Lápidas con bakala al fondo”, me parece un buen título para lo que sea.

Ya nunca tomaré ninguna decisión basada en ahorrarme una bronca suya.

Primero parece no tanto, después demasiado, después otra vez no tanto.

“¿Qué opinas? ¿A cuántas perrillas se les abrirá el coño de par en par después de verme esta noche? ¿50? ¿200 guarras? ¿Podrán creer que un tipo como yo exista y les hable precisamente a ellas?” El escándalo consiguiente no me falló ni una puñetera vez. “¡¡Cerdomarranogorrino¿cómoesposible?!! ¡Maleducao! ¡Creído!” Antes de cerrar la puerta y marcharme todavía la podía escuchar descojonada perdida, a punto de contárselo a la primera amiga que le llamase. ¿Les diría que su hijo era un maleducao? No lo había pensado hasta ahora…Tiene su miga, eso…

Si me viera comiendo mandarinas sin parar le daba algo.

Me entero ahora de que la muy pillastra tenía una cuenta secreta a medias con su mejor amiga y exclusivamente para gastar en El Corte Inglés.

Pienso que me da menos miedo todavía la muerte y, en cambio, mucho más aún el sufrimiento.

Durante los próximos días sé que me va a costar ponerme de acuerdo sobre qué lado de la muerte es peor: éste o aquél.

Tengo una nueva costumbre: después de apagar el despertador, me voy directo a su habitación y subo hasta arriba la persiana; me tranquiliza que el sol ocupe su lugar en la cama.

Y qué le vamos a hacer, ¿verdad? Si no hay vuelta atrás... Ahora ya se ha trasladado para siempre arriba, al Mundo de las Ideas, donde no hay estrellas y las estatuas no se pueden tocar ni ver pero siempre están inmaculadas, y nosotros, desde ahora y hasta el fin, purificados.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

A change is gonna come- Sam Cooke

Sam Cooke fue víctima de un sórdido asesinato pocos días después de grabar esta canción, en 1964.



44 años más tarde,el primer presidente negro de la historia de EE.UU. tiene un nombre 100% africano. Y ha arrasado en las urnas.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Mwepu Ilunga

Mundial de Fútbol 1974. Zaire es el primer país subsahariano que ha logrado clasificarse para una fase final de la máxima competición.

El debut fue contra la entonces vigente campeona, Brasil.

En Zaire jugaba Mwepu Ilunga.

Y Mwepu Ilunga no conocía las reglas del fútbol.




La próxima vez que me pregunten por mis ídolos, incluiré en mi lista a Mwepu Ilunga.