lunes, 23 de febrero de 2009

El legado de Bellow

Tras un infructuoso paréntesis, que ocupé decepcionándome con una novela recién salida de las imprentas y de un escritor de mis mismos "aquí" y "ahora", he retomado la lectura de El legado de Humboldt , del escritor judeonorteamericano Saul Bellow (1915-2005). La novela colma con creces el placer que se supone que uno busca en el acto de leer, y a pesar de mi condición de bloguero indomable, pues casi que mejor me callo y me limito a trasladar a quien corresponda otra esquirla textual de tan poderosa obra:

"Humboldt hizo lo que se supone que hacen los poetas en la crasitud de América. Persiguió la ruina y la muerte con mucha más dureza con la que había persegido a las mujeres. Quemó su talento y su salud y alcanzó su hogar, la tumba, por una pendiente polvorienta. Se enterró a sí mismo. Muy bien. (...) Por alguna razón, estos horrores son apreciados especialmente por la América comercial y tecnológica. El país se siente orgulloso de sus poetas muertos. Siente una tremenda satisfacción en el testimonio de los poetas en cuanto a que EE.UU. es demasiado grande, demasiado importante, demasiado rudo, en que la realidad norteamricana es sobrecogedora. Ser un poeta es algo escolar, algo tierno, algo religioso. La debilidad de los poderes espirituales queda demostrada en el infantilismo, la locura, en la embriaguez y la desesperanza de estos mártires. Un poeta no puede practicar una histerectomía o enviar una nave más allá del sistema solar. El milagro y el poder ya no le pertenecen. Por ello, los poetas son amados, pero se les ama porque no tienen posibilidad de alcanzar sus logros en la Tierra. Existen para poner de relieve la enormidad del horrible embrollo y justificar el cinismo de aquellos que declaran:

-Si yo no fuese tan mal nacido, corrupto e insensible, rastrero, ladrón y buitre, tampoco yo podría resistirlo. Fíjate en esos hombres tiernos y sensibles, los mejores entre nosotros, ellos sucumbieron, pobres locos."


Y aún me quedan casi 400 páginas por delante, sin duda una gran recompensa a la que dedicar el final del día.

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