domingo, 7 de junio de 2009

Por el camino de Silvio

Si yo hubiera tenido esta misma edad a finales de los años 50, seguramente habría opinado lo mismo que Roberto Rossellini respecto al nuevo invento de la televisión: que gracias a ella se podría poner al servicio de los ciudadanos conocimientos reservados históricamente a muy pocos hasta ese momento, y así estaríamos más cerca de la consolidación de la igualdad, la justicia y el verdadero respeto por el prójimo. Embriagado por el afán, Rossellini declaró que nunca volvería al cine y que se dedicaría a la tele por completo. El paso de las décadas y el cambio de siglo hace que ahora nos resulte obvio lo poco que duró el gran director italiano en el mundo de la televisión.

Salió de la tele Rossellini; unos años más tarde, entró Silvio.

Y es que Silvio iba con los tiempos, para qué negarlo. Tras acumular una pequeña fortuna(comparada con la que vendría después)en el mundo de la construcción-especulación, su olfato le llevó al fútbol y al negocio de la comunicación. El viejo pan y circo latino, da rabia verlo tan fácil y tan de toda la vida. Lo que pasa es que la arena estaba en los hogares de la gente, y en lugar de sangre lo adecuado era llenar ese espacio con naderías y tías buenas como perfecta cortina de humo tras la que seguir dedicándose de verdad a lo suyo. El éxito no sólo fue aplastante, sino también exportable al resto de países vecinos. Silvio marcaba el paso que, a la vez, seguía el de su estirpe imperial: al igual que Tiberio le confiesa a Calígula en la película de Tinto Brass, no fue la pura ambición la que llevó a acaparar el poder, sino que lo necesitaba para salvar la vida y no morir a manos de sus rivales. Silvio debía elegir entre asaltar la presidencia de la república o, probablemente, acabar en la cárcel.

Y lo logró, repetidamente además, gracias al discurso (o a la ausencia de él) "todos queréis ser como yo".


Viva el mercado libre y auterregulado.

Con la excusa de que los funcionarios son unos vagos y no dan ni chapa, en la mayoría de las democracias se desmantelaron los resortes del Estado y, cómo no, en la tarea Silvio se llevó la palma, promulgando leyes su medida, leyes que incluso sólo valen para él. Que lo importante es la familia, y los padres y madres con hijitas de buen ver se las ofrecen con ansia. Que la única religión verdadera es la católica, y los curas se mantienen, como siempre, calladitos también cual putas. Y nada más, oiga, que somos los mejores y punto.

Hoy estábamos llamados a las urnas y casi no ha ido ni Blas. La cochita tá mu mala, y en los estrados sólo vemos a peña berreando histérica, diciendo gilipolleces como pianos y acabamos sospechando que para lo único que quieren el poder es para pasárselo tan guay como Silvio. Algunos en plan chorizo de tebeo, capaces de cualquier estupidez, por grave que sea y a gente que afecte, con tal de ahorrarse la pasta para los trajes. Y así seguimos, preparando a conciencia el terreno para que, cada vez más pronto, aparezca otro iluminado de espíritu y verbo incendiario y nos la líe, casi con total certeza para peor, para mucho mucho peor. Aunque sólo sea por exclusión, la democracia está bien, o desgraciadamente casi habría que decir "estaba", antes de caer rendida, pero contenta y bien follada, a los pies del amiguismo.

2 comentarios:

Ramiret dijo...

Según parece, un 35% de los italianos que votaron en las elecciones europeas están encantados de tener un presidente aficionado a hacer excursiones campestres con menores.

Juan Antonio dijo...

Y más de un 52% de los votantes de por aquí están no encantados, yo diría que incluso entusiasmadados con el curita y los demás imputados.

Ya somos Berluscolandia 2. Menudo panorama...