lunes, 1 de junio de 2009

Malas compañías

Entre mi infinidad de pasiones arrebatadoras, jamás se contó la de la jardinería. Pero durante los últimos años de su vida, a mi querida madre le picó ese nosequé jardinero y llenó los rincones de la terraza con unas cuantas macetas,un par de ellas bastante grandes, con diversos tipos de flores. Yo sólo tengo identificados a los jazmines, porque me gustan sus aromas nocturnos y me traen bonitos recuerdos de mi infancia campestre y chaletera.

Inconsciente como soy, pasaron más de dos meses desde el fallecimiento de doña Puri antes de que llegase a reparar en que sus estimadas plantas se estaban poniendo feas y pochas. "Normal", pensé, "que se jodan, como yo", fue mi primer impulso ante el triste espectáculo que daban. Hasta que un buen día -segun se mire-, me dio la impresión de que muchas aún se podían rescatar y empecé a regarlas, aunque sólo fuera para honrar la memoria de su dueña. Ciertamente, debido a mi nula experiencia en la materia, descubrí el significado de lo agadecidas que son las plantas si se las trata con mimo: en muy pocos días salían coloridos capullos, reluciendo al sol de la terraza, y me iba entrando un subidón jardinero que me sorpredía agradablemente. Hasta el día en que.

La otra tarde me iba dejando llevar por estas nuevas sensaciones y estudiaba detenidamente por mi cuenta y riesgo la mayor de las macetas -muy grande y redonda, seguro que tiene un nombre concreto que ignoro-, precisamente la de los jazmines, localizando cuáles eran las malas hierbas y haciéndome el ánimo de pillarme unos alicates y arrancar hierbas que tenian mal aspecto y que parecían agarrarse a los tallos principales, dejándome seducir, en resumen, cuando al coger con mis manos desnudas uno de esos hierbajos chungos y apartarlos un poco por ver qué pasaba, un ruidito horrible precedió a la aparición en mis mismas narices de un puto lagarto hijo de la gran puta que me miraba a los ojos y se puso a correr endemoniado y tuve que coger mi corazón al vuelo y metérmelo en la boca otra vez para que volviera a latir en la caja torácica.


Josuaaaaaaaaaaaaaa!!!!

Ni lagartija ni dragoncito ni hostias: eso era un pedazo de lagarto, pero desde la "l" hasta la "o". Este pasado fin de semana han caído un par de chaparrones aislados, y con ellos he dado a las plantas por regadas. Pero hace un rato, con el calor de hoy, mi compromiso con ellas me ha hecho salir y refrescarlas cuando, a las primeras de cambio, ya ha saltado el puto lagarto de los cojones y, afortunadamente, como la otra vez, ha emprendido la huída hacia la terraza de la vecina. De momento, parece más cobarde que yo. Pero puede que sólo sea cuestión de tiempo, hasta que me pierda el respeto. ¿Dejará huevos por ahí y se me llenara la terraza y algún día la casa de estos seres que mejor que no existieran? ¿Cómo se puede matar sin que dé un asco repugnante y asqueroso? ¿Tendré que aplicar la eutanasia pasiva a las plantas?

Con lo bonitas que son las flores y lo que me espeluznan estos bichejos. Todo tiene su cara b, y por mucho que lo sepamos, hay que ver cuánto cuesta a veces aceptarlo.


Que mira que no, que fuera, largo, que te pires, humo.

La jardinería y yo: lagarto, lagarto.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo tienes francamente chungo. El único hombre que podría ayudarte, la estrella televisiva Steve Irwin, está criando malvas. Y esos jodidos saurios se las saben todas. No me gustaría estar en tu pellejo. Te recomiendo un par de whiskys, unas Doctor Martens y un bate de beisbol, igual sale por patas nada más verte, eso acojona a cualquiera.

Juan Antonio dijo...

El Steve Irwin este sabía un huevo, y mira para lo que le ha servido. Y si no recuerdo mal (porque no me apetece googlear) no le mató un reptil sino un puto pez. Totalmente innoble.

Naumaquia dijo...

Un pez raya, para más inri...

amulet88 dijo...

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