sábado, 30 de agosto de 2008

La odisea vaticana de John Cornwell

El bondadoso e infalible Pío Nono

Pío IX, popularmente conocido como Pío Nono, ha pasado a la Historia como el último Papa soberano de los Estados Pontificios, y el que estrenó el dogma de la infalibidad papal en cuestiones de fe y moral tras el Concilio Vaticano I, celebrado en 1870. El origen de la infalibidad del portavoz de Dios en la Tierra no surge de una serie infinita de aciertos de 6 más el complementario en la primitiva ni de que se hubiese convertido en ese personaje odioso que todos conocemos que siempre gana al trivial (o al buzz, ya más en el siglo XXI). Su razón de ser proviene del sacrosanto apuro que supuso para el Trono de San Pedro la tardía creación del estado italiano por parte de los secuaces del profano Garibaldi nueve años antes, cuando al unir todas las regiones de habla italiana desde el Piamonte hasta Sicilia, acumularon los ingredientes necesarios para la nueva nación excepto uno: la capital.

Los vicarios de Cristo, sin un ejército disponible, tensaron la cuerda al máximo para que el rey Víctor Manuel se aposentara en otra parte apelando a la incorruptible fe católica del pueblo como fuerza superior a la voluntad patriótica italiana, pero por suerte la sangre no llegó al Tíber antes de que los mandamases eclesiásticos se hicieran a la idea de que, ahora sí, los últimos vestigios del cesaropapismo constantiniano habían llegado a su fin. Ante la definitiva pérdida de poder territorial, la Iglesia atravesó una profunda crisis de identidad hasta que, avispados como siempre, dieron con la tecla adecuada para subyugar de forma directa otro vasto territorio, con aspiraciones de infinitud: el de las almas de los verdaderos creyentes en todas y cada una de las congregaciones urbi et orbi, desde los más sutuosos arzobispados hasta las más insignificantes diócesis. Lo que el papa piense, diga o escriba proviene directamente de Dios, y es incuestionable. Ya véis, aquello de "lo que el papa dice va a misa", resulta ser un dicho (relativamente) reciente.



Eugenio Pacelli, Pío XII, concentrado en mantener el equilibrio de la Triple Tiara

Ese poder tan difícil de controlar como fruto de una rabieta histórica que es, todavía sigue haciendo estragos. Una innumerable fila de advenedizos se han pasado la vida tratando de caerle bien al papa de turno para hacer lo que les dé la gana (en general lo que buscamos todos, currar poco y ganar mucho) amparados en la infalibilidad que mana de la esfera más alta, la del mismísimo trono del cielo. El caso paradigmático de hoy en día es el de Kiko Argüello y sus kikos que, desgraciadamente, no es el nombre del grupo musical heredero de Parchís sino el del nuevo grupo diocesano o congregación o secta o como se llame capaz de convocar a miles de almas en el centro de Madrid para protestar a mala hostia contra la asignatura que pretende inculcar a los niños el respeto hacia las diferentes razas u opciones sexuales, que es mejor divorciarse que darle una paliza a la santa esposa, o que más que el condón, el pecado es que te vayas zumbando sin criterio a lo primero que se te presente (bueno, esta es una convicción mía, no demasiado costante y desde luego para nada infalible).

Con eso montan bastante cirio, pero de momento se mantienen a raya y puedes dormir tranquilo pensando que a fin de cuentas es problema suyo. Pero no siempre fue así: en 1939, fue nombrado príncipe de la cristiandad y guardián de las almas el cardenal Eugenio Pacelli, Pío XII, después de muchos años al frente de la diplomacia vaticana y tras haber supervisado personalmente la redacción del Derecho Canónico de 1917, una enorme regulación de derechos y deberes del cuerpo secular de la Iglesia basado en el susodicho aval divino para el o dictado del Santo Padre. Y el tiempo en que Pacelli ejerció su poder coincidió, en gran parte, con el siniestro esplendor de un señor con ridículo bigote en Berlín, uno de esos que aman tanto a su patria que acaban provocando su completa destrucción. No es que a Pío XII le cayera bien el nazismo en su totalidad, pero al parecer sí que le ponía ojitos picarones a alguna de sus bases ideológicas como, obviamente, el anticomunismo y, particularmente, el antisemitismo.

John Cornwell: un tío estupendo, oiga

A mediados de los años 90, el historiador británico John Cornwell, de profunda fe católica, se propuso desmentir fidedignamente esas corrientes de opinión que vinculaban al papa Pacelli con el Holocausto. La curia aceptó, sin que sirviera de precedente, su petición de acceso a los archivos secretos del Vaticano para argumentar su estudio y dejar la figura de Pío XII, en pleno proceso de canonización, libre de toda duda. Recorriendo las páginas de su obra puede detectarse, en la profundidad de sus elegantes palabras, trabajadas con pudor porque no es el exhibicionismo y menos aún el sensacionalismo lo que le mueve, la dura y tristísima impresión que le provocó a Cornwell el desempolvar documentos olvidados y en ellos encontrar justo lo contrario que él esperaba.

Con admirable coraje y amor por el análisis histórico imparcial Cornwell culminó su trabajo, publicado en 1999 bajo el título de El Papa de Hitler. En 2003, Juan Pablo II pidió oficialmente perdón en nombre de la Iglesia por su actitud pasiva, cuando no complaciente, durante los años del exterminio judío. Algo es algo, y este tanto simbólico lo podemos apuntar, aunque sólo sea indirectamente, en la cuenta de Cornwell. En la actualidad, él sigue con su fe cristiana intacta, el aire en las instancias de los archivos secretos vaticanos vuelve a ser pesado e insano porque no se han vuelto a abrir, y la mitra la luce quien fuera en su día un valiente miembro de las Hitlerjügend.

Besitos.

11 comentarios:

Ramiret dijo...

Si alguien tiene interés en leer este libro, puede acudir al servicio Google Books. Está disponible en el siguiente enlace: http://books.google.es/books?id=G7r57p3qdaAC&printsec=frontcover&dq=el+papa+de+hitler&sig=ACfU3U0_wuj7T7Ikec5iCHh16B1HJPQirg. Eso sí, leer más de 400 páginas en la pantalla del ordenador es perjudicial para la vista. Lo dice el Ministerio, oiga...

Ramiret dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Ramiret dijo...

El enlace aparece cortado. Así que lo mejor es hacer una búsqueda, con el texto "El Papa de Hitler", en Google Books (books.google.es).
¡Perdón por las molestias!

Juan Antonio dijo...

Jajaja!

A mí que no me lo pidan que no lo voy a dejar.

Anónimo dijo...

Vaya sarta de mentiras. En cuanto a lo de Cornwell. sus suposiciones se basan en un par de frases de una carta que escribió el nuncio de Alemania con ocasión de una reunión con un cargo alemán, que dice mas o menos "un ruso, judio, sucio y con ojos inexpresivos..." vaya antisemitismo, si ni siquiera lo escribió PIO XII. Por favor informense o lean las declaraciones de los judios de la época que sobrevivieron gracias a PIO XII

Juan Antonio dijo...

Amigo anónimo, si fuera cierto lo que Vd. dice entonces Cornwell sería un genio al elaborar un trabajo de más de 6oo páginas a partir de ése único indicio.

"El Papa de Hitler" contiene una enorme cantidad de documentos que demuestran no sólo la, cuando menos, indiferente actitud de Pacelli con la Solución Final, sino también la permivisividad ante las terribles matanzas de serbios de confesión ortodoxa a manos de los ustachis en Croacia, y de cómo maniató a la comunidad cristiana en Alemania para ahogar sus voces contra el nazismo.

Por otro lado, nada me aburre más que discutir con un católico acrítico que realmente piense que lo que el papa haga o diga es infalible, algo que, como el propio Cornwell indica en la tesis final de su libro, es la principal razón del inmovilismo de la Iglesia y de su pérdida de crédito y respeto no sólo entre los no católicos.

Anónimo dijo...

Amigo Juan Antonio, "El Papa de Hitler" no demuestra absolutamente nada. En primer lugar porque ignora los informes de declaraciones de judios de la época como he dicho en el anterior comentario, en segundo lugar porque ignora los documentos que recibió PIO XII en relación con la moderación en su discurso para no agitar aún más a los nazis, en tercer lugar porque ignora los planes de Hitler para acabar con el Vaticano y exiliar al Papa, en cuarto lugar porque ignora las declaraciones de la comunidad jusia años despúes de acabar la seunda guerra mundial a favor de PIO XII. Amigo Juan Antonio como no me conoce voy a ignorar lo que usted supone sobre mi persona, pero si le voy a contar que en mi colegio cuando eramos pequeños si alguién se chivaba de que el gamberro de la clase habia pegado a alguién, al final el pobre cobraba más y además también recibia el chivato. La actitud más sensata que pudo tener PIO XII aconsejado por los nuncios y obispos de los diferentes paises ocupados, además de la comunidad judia, fue la de no declarar publicamente una condena contra el nacismo (aunque ya la hizo antes de ser nombrado Papa) y actuar en segundo planos salvando a miles de judios.
Otro asunto es la infalibilidad del Papa que cuando usted quiera se la explico detalladamente en que consiste.

Juan Antonio dijo...

Para los detalles sobre la actitud del Vaticano durante el holocausto mejor le remito al libro, si es que hemos leído el mismo. Asumiendo la complejidad de la cuestión, dos razones ayudan a explicarla, simplificándola: por un lado está el empeño en consolidar la concentración de poder en el centro de la Iglesia (lo que explica la disolución del partido católico alemán dentro del NSDAP, promovida directamente desde Roma, según explica Cornwell); por otro, el comprensible anticomunismo de la curia, que de comprensible pasa a cegador en la gestión de Pío XII al frente de la iglesia. Cualquier cosa era mejor que el comunismo, bajo su punto de vista, e incluso las democracias eran sospechosas ya que incluían la legalización de las corrientes comunistas.
Respecto a los testimonios de los judíos a los que la iglesia amparó y salvó del holocausto, cabe recordar que los muertos no hablan, y por eso es tan importante la labor de los historiadores en general, y de John Cornwell en particular por el caso que nos ocupa. Se sabe que los camiones cargados con los judíos romanos hacinados y camino a los campos de concentración pasaron por las mismísimas puertas de la Plaza de San Pedro.
El miedo a las represalias de Hitler es una excusa muy poco consistente: cuesta imaginar que hasta un exaltado como él se atreviera a ordenar la entrada de tanques en El Vaticano. En un momento en que dominaba toda la extensión de Europa continental bajo el terror, pero obviamente cogida con pinzas, las noticias de un bombardeo sobre la cúpula de San Pedro hubiera tenido consecuencias nefastas para sus intereses. No es descabellado afirmar que posiblemente hubiera adelantado su fin. Lo cual resulta amargamente chocante si se piensa en el supuesto afán de santidad que Pacelli alimentaba casi desde su niñez, aspecto éste que al parecer mencionan no sólo sus biógrafos sino también sus hagiógrafos, en este caso hasta como un elemento favorable para subirlo a los altares. ¿Qué mayor santidad hay que la de los mártires? Ah, claro, ¿santo sí pero mártir (improbable, como he señalado más arriba) ni hablar? ¿Ni aunque dar un paso al frente hubiera podido salvar millones de vidas?
En cuanto a lo de "católico acrítico" que mencioné en mi comentario anterior, lamento haberme explicado mal, ya que no pretendía con ello hacer una referecia a su persona que obviamente desconozco, amigo Daniel. Me refería a esa actitud de los católicos que tanto perjudica a ellos los primeros, empeñados en mantenerse de espaldas al mundo, predicando tan contradictoriamente un mensaje religioso y, por lo tanto, de consuelo para millones de personas que lo necesitan, esa obediencia ciega tan fácil de identificar con una simple y rabiosa intención de detentar una forma de poder obsoleta en tiempos tan complicados como éstos.
Dicho todo lo cual agradezco sus comentarios y sus discrepancias en este insignificante blog y con su insignificante autor: el debate y el intercambio de opiniones es la gimnasia mental más sana que existe, por mucho que otros se empeñen en demostrar lo contrario.

Anónimo dijo...

De verdad alguién se puede creer que porque el Papa hubiese condenado el nazismos se hubieran salvado millones de vidas. Además de poco hubiera servido que el Papa se hubiera convertido en un martir, ya hubo bastantes en aquella época, si eso llevaba a los nazis a una mayor matanza. El objetivo era salvar todas las vidas posibles y el Papa lo consiguió. En breve publicare en mi blog una pequeña lista sobre documentos que hablan de la actuación de PIO XII en esa época. Un saludo y gracias por haberme dado la oportunidad de expresar mi punto de vista.

Juan Antonio dijo...

Desde luego, sería soprendente (¿milagroso?) que en su blog despejara las dudas que Cornwell no logró en su monumental libro.

Anónimo dijo...

Empecemos por el principio: ¿"de profunda fe católica", dice usted? Explíqueme entonces qué hacía este señor habiendo ingresado en 1953 en un seminario anglicano, el "Cotton College", para tratar de hacerse pastor protestante (objetivo que nunca llegó a conseguir). Lo cuenta él mismo en "Seminary Boy", New York: Doubleday. ISBN 0385514867. Este a quien Vd. llama "historiador" no es más que un novelista tipo J. J. Benítez. Empezando por sus infundamentadas teorías conspiranoicas acerca de la muerte de Juan Pablo I, que cuajaron en un lucrativo libro, se ha dedicado constantemente al "fake". El libro que Vd. cita fue famoso, porque fue la primera obra surgida a partir de la lectura de documentos destapados por la Iglesia con objeto de la beatificación de Pío XII, para poder ser leídos por cualquier historiador (no sólo por él en ningunos archivos secretos del Vaticano, como aquí se dice). Fue una obra hecha aprisa y corriendo para ganar la carrera a todos los demás, no el fruto de una lectura cuidadosa de documentos que (además de otros muchos que han salido posteriormente) están hoy al alcance de todos los historiadores. Pero la labor más seria de historiadores que publicaron tras él, basados en estos documentos y los posteriores, hicieron que el Sr. Cornwell tuviera que rectificar, cosa a la que él se negó, aunque sí reconociendo a regañadientes entre otras cosas, cinco años después, que "es imposible juzgar los motivos del Papa" (léase Vd. a David Dalin, a Rychlak y Novak y a Daniel Johnson, si quiere le puedo aportar bibliografía), pero que sin embargo "debido a su lenguaje inefectivo y diplomático al tratar con nazis y judíos, todavía creo que debía haber dado explicaciones de su fracaso después de la guerra, lo cual nunca hizo". Una pobre excusa, caballeros. Le aconsejo que lea libros de Historia serios, no panfletos obsoletos.