ÉL (yo): Nunca me has contado ninguna historia sobre tíos haciendo el ridículo por ti. Debes tener toda una antología...
ELLA: No flipes, no es para tanto. (Inevitable resorte de modestia)
ÉL (yo otra vez): Ya. Seguro.
ELLA (sonríe, parece sentirse cómoda): Bueno, este verano hubo un chico que conocí en una playa y, en fin, no estaba mal...Tonteamos un poquito, me parecía mono y eso. Estábamos a mediodía tumbados en la arena él, una amiga mía y yo. Y entonces, de pronto, coge el tipo y suelta: "¿Por qué no venís a comer a mi chalet? Mi madre va a hacer hoy bacalao encebollao". Y en ese momento, no sé, por cómo lo dijo eso del ba-ca-lao encebo-llao, uf, se me fue la líbido a China. Me cortó el rollo totalmente.
ÉL (risa solidaria, risa de consuelo cruel): ¿Y cómo acabó la cosa?
ELLA: Pues ahí mismo. Ni siquiera fui a su casa a comer el bacalao encebollao.
Escalofrío en la noche: el tipo tenía posibilidades, seguro que más de las que podía calcular. Y al segundo siguiente se le nubla el entendimiento y expulsa por la boca un bacalao encebollao casero, tócate los cojones Mariloles. Y a partir de ahí, kaputt. Eliminado. ¡Si-guien-te! Tenemos tu teléfono, ya te llamaremos nosotros si eso. Gracias por participar. Un verano de mierda, sin copas de yate y condenado sin piedad a hacer de oyente en las historias de los amigos. Esperemos que al menos aquella tarde no tuviera una digestión pesada, porque, desde luego, le salió caro el puto bacalao encebollao al muy gilipollas.
NATURALEZA EN MOVIMIENTO
Hace 9 años
1 comentario:
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