Objetivamente, aquella fría noche de febrero no acompañaba al estilo de La Costa Brava, tan dado a la psicodelia veraniega. Reuní a algunos amigos para asistir al concierto, pero no me hubiera quedado sin ir ni aunque tuviera que hacerlo solo.
La Costa Brava surgió en el año 2002 gracias a la unión de fuerzas entre Fran Fernández, de los Australian Blonde y Sergio Algora, líder y factotum de El Niño Gusano. A mí me llegaron un par de años más tarde. Pasaba por una época de indigencia musical, todo lo que tenía me cansaba y llevaba un tiempo sin airearme con canciones nuevas, sin disfrutar de la siempre vanidosa sensación de descubrir espacios musicales vírgenes, y la necesidad de refrescar el ambiente musical de mi vida era ya asfixiante. Tampoco albergaba muchas esperanzas: cuando atraviesas una época así te sientes mayor, el tiempo de las idolatrías musicales te parece una cosa del pasado, y resulta vergonzoso que te dé hasta vergüenza.
En una revista musical, no recuerdo cuál, aparecía una elogiosa reseña de un disco titulado Llamadas perdidas y, lo reconozco, la portada me pareció chulísima. Me llamó la atención más la presencia en el grupo de Fran Fernández que la de Algora, ya que anteriormente había seguido más a los Australian que al Niño Gusano. Y, por último pero no menos importante, un disco que incluía una canción titulada Adoro a las pijas de mi ciudad no podía ser obra de mala gente. Pasé por caja a ciegas, llegué muy tarde a casa, la lucha grecorromana contra el precinto del cd se me hizo eterna y por fin pude darle al play. Al escuchar las primeros compases y el primer estribillo (Sólo Sergio y yo conocemos tu interior/ por qué estás aquí si no tienes dónde ir) contuve la respiración antes de proclamarme que sí, que tenía un grupo nuevo, que necesitaba todas sus canciones y que los meses y tal vez años posteriores de mi vida lucirían con una banda sonora renovada.
Aquello era viejo-nuevo. Era sexy. Tenía un acusado sentido del humor, vertiente surrealista. A su punto de indefinición lo llamamos psicodelia. Era ególatra sin complejos. Traía sonidos que siempre habían estado ahí y que parecía mentira que nadie los hubiese aprovechado antes. "Llamadas perdidas" es un discazo, inspirado, virtuoso sin llegar a perder el hilo, cómodamente instalado en un territorio musical que exprime al máximo con actitud juguetona, como si tal cosa. Yo defino para mis adentros al pop de La Costa Brava como pop treintañero, que además era el título que tenía previsto para cuando me diera la gana dedicarles un post en este blog.
Al final de aquel concierto y a pesar de la inapropiada fecha y del frío que hacía en el exterior del local, la sensación fue que todo había salido perfecto. Desde una perspectiva aérea sobre el repertorio, la verdad es que me identifico un poco más con la poesía de Fran (Francisconixon en su carrera como solista) que con la de Sergio, así que hasta que no vi al grupo en acción no conseguí concretar la aportación del músico aragonés con nitidez. El terreno de Algora era el del espectáculo: a la hora de cantar sus temas, daba tres pasos al frente con esa actitud de dejadme sólo que me voy a dejar la piel y lo vais a flipar, logrando que la evidente autoparodia de crooner no enturbiara la intención de que algo en serio sí que iba, apoyado en la redondez de canciones como Vuelvo a ser yo, Mi última mujer, Nada me importa y tantas otras.
Ayer ultimaba los detalles con mi exquisita compañía (la única auténtica fan de La Costa Brava que conozco, ya que le contagié el virus) para acudir al Manises Ceramic Festival y disfrutar del directo del grupo por segunda vez cuando me llegó un mail con un enlace a una noticia publicada por "El País". El cantante, poeta y escritor Sergio Algora fallece a los 39 años. La necrofilia rockera siempre me ha enganchado bastante y siempre he procurado evitar las razones profundas de esa peculiar tendencia mía; por eso sabía de oídas que lo que uno siente al abrir una página de un periódico y leer que uno de sus artistas favoritos se ha ido así, de pronto, estampado contra un árbol, asesinado por un loco o víctima de un paro cardíaco es una voz infantil, injustificada, irreal que pregunta: ¿y ahora qué?
No habran más copas de yate, ni conciertos, ni discos nuevos de LCB, porque Sergio Algora se ha muerto. 24 horas más tarde, todavía lo pienso y eso...¿ahora qué?
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