viernes, 20 de junio de 2008

Kerouac en la primera tarde de verano

Cada vez que ponen éste anuncio



me entra un poco de pena y ardor de estómago, porque de tanto repetirlo van a conseguir que odie uno de mis párrafos preferidos de toda la vida. De toda la vida cuando se tienen 20 años y todo por hacer, quería decir. Lo único que se me ocurre es dejaros aquí el párrafo dentro de su contexto.

"Y esa fue la noche en que Dean conoció a Carlo Marx. Y cuando Dean conoció a Carlo Marx pasó algo tremendo. Eran dos mentes agudas y se adaptaron el uno al otro como el guante a la mano. Dos ojos penetrantes se miraron en dos ojos penetrantes: el tipo santo de mente resplandeciente, y el tipo melancólico y poético de mente sombría que es Carlo Marx. Desde ese momento vi muy poco a Dean, y me molestó un poco, además. Sus energías se habían encontrado: comparado con ellos, yo era un retrasado mental, no conseguía seguriles. Todo el loco torbellino de todo lo que iba a pasar empezó entonces: aquel torbellino que mezclaría a todos mis amigos y a todo lo que quedaba de mi familia en una gran nube de polvo sobre la Noche Americana. (...) Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días, y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un "¡Ahhhh!" . ¿Cómo se llamaban estos jóvenes en la Alemania de Goethe? Se dedicaban exclusivamente a aprender a escribir, como le pasaba a Carlo, y lo primero que pasó es que Dean le atacaba con su enorme alma rebosando amor como únicamente es capaz de tener un convicto y diciendo:
-Ahora, Carlo, déjame hablar...Te estoy diciendo que...-Y no les vi durante un par de semanas, y en ese tiempo cimentaron su relación y se hicieron amigos y se pasaban noche y día sin parar de hablar.
"

La primera tarde de verano parece que nunca vaya a acabar. Y no sé si me animaré a releer a Kerouac, con todo lo que ha caído desde entonces.

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