Si alguien merecía saltar por fin ese muro infranqueable, esa frontera de los incapaces, ese maleficio -palabra que protagoniza hoy los grandes titulares de los periódicos tanto deportivos como de información general ya que fue el Rey quien la eligió al concluir el partido- era el gran Luis "Prefiero-que-me-llamen-Zapatones" Aragonés. Después de años de insultos, de injustificable coña permanente y demás rastreras acusaciones de todo tipo desde las tribunas futbolísticas capitalinas, el lugar de España donde menos se sabe de fútbol, la selección se acostó anoche dispuesta a explorar esa terra incognita que existe más allá de los cuartos de final de los grandes torneos.
España cortó ayer la cabeza de la
nazionale, que si bien no contaba con parte de su columna vertebral sin los Cannavaro, Materazzi, Gattuso y Pirlo, cuatro refulgientes estrellas siguen deslumbrando en su camiseta, la última incorporada hace sólo dos años, gracias a la misma receta de ayer, la que fascina tanto como para seguir derrochando tinta en su honor y que se puede resumir en esa fría sensación que te dice todo el tiempo que cuando más groguis parecen, más cerca estás de que pase algo raro y el portero contrario tenga que sacar el balón del fondo de su red sin alcanzar a explicarse cómo ha podido suceder.
Hombre adusto hasta la desesperación, dudo mucho que Luis se entretenga en saborear el regusto a venganza de esta gran victoria. Pero si no lo hace él, no me importa ser yo, caótico, indisciplinado y vil quien lo haga en su lugar. En el pasado Mundial, La Roja tuvo que volver a casa por dejarse empatar un partido en un cotraataque del rival. Nunca el Sabio -perdón, Zapatones-, que yo sepa, ha hecho mención publica a ese íntimo dolor producto del enfermizo ambiente que ha rodeado siempre a la selección, especialemente desde su llegada, pero los muchachos ayer desarrollaron una personalidad propia por fin, una mente helada, la tranquilidad de saber que si nos tocaba caer, como siempre, por una vez sería con la cabeza altísima y no hay un camino mejor a la victoria que perderle el miedo a la derrota.
Los chicos de Luis seguirán siendo los chicos de Luis aunque él no esté dentro de dos años, cuando regrese la cita suprema de la Copa del Mundo. Porque si hay algo que defina al viejo zorro de los banquillos -aparte de su soltura en sacarse los mocos y valentía al explorar las hendiduras de sus orejas- no es ninguna revolución estratégica ni un especial hincapié en un aspecto concreto del juego: Luis Aragonés es un padre, un magnífico psicólogo de la vida que castiga y premia a sus niños sin que por ello olviden que ese anciano con chándal en el último momento siempre está de su parte y que se mea en las habladurías del entorno, especialmente en las de esa degeneración político-yihadista-superespañolacoño que se hace llamar -y hace falta ser ridículo- "los raulistas".
Nos espera el jueves Guus Hiddink, el Rey Midas que después de sus hazañas con Corea y Australia, reparte ahora felicidad futbolera por las estepas rusas. Y el que aspira a ser la gran sensación del campeonato y de los próximos años, el recién coronado
Andrei Arshavin, a pesar de haber disputado sólo dos partidos.
Me dedico a contar las horas hasta que llegue el momento porque, leches, me mola tanto el fútbol que a veces hasta me asusto.
11 comentarios:
Hasta ayer había una maldición futbolística: España no podía pasar de cuartos. En la política estatal, hay otra: para ser elegido presidente del Gobierno en las urnas hay que tener un apellido que contenga la letra Z (Suárez, González, Aznar y Zapatero; Calvo Sotelo no cuenta). ¿Podrá Luis Aragonés SuáreZ llevar a La Roja hasta el campeonato? Y, como decíamos ayer, ¿qué haremos cuando termine la Eurocopa? El fútbol olímpico y la previa de la Champions no pueden saciar nuestra sed de balón...
Por cierto, Arshavin ya tiene 27 añitos... tampoco le queda mucho para maravillar al mundo con su fútbol. Además, ¿cuántos jugadores se han salido en competiciones cortas y han fracasado en equipos europeos? Milan Baros, Salenko,...
Estimat Ramir, los ejemplos que citas, en mi futbolera opinión, no son ilustrativos para el caso que nos ocupa, ya que se trata de goleadores puros, y no organizadores del juego, dieces de toda la vida, como Arshavin. Son casos curiosos porque los goleadores ya se sabe que van por rachas, y a esos dos su racha particular les pilló en el mejor lugar posible, en mudiales o euroscopas.
Acepto gustosamente la puntualización. Pero creo que no se puede negar que la prensa y los aficionados tenemos mucha facilidad para encumbrar y coronar a jugadores. En el Mundial USA 94, la selección búlgara era una máquina, sobre todo gracias a Stoitchkov y a dos mediocampistas como Letchkov y Balakov. Se acabó el campeonato y, excepto Hristo, el resto pasó a la historia. Y qué decir de Maniche, ese hombre que se comía el campo en la pasada Eurocopa...
Pues la verdad es que tienes razón, el futuro es materia incognoscible en todos los ámbitos, incluido el fútbol. A Arshavin le deseo lo peor para el próximo jueves pero en cambio me gustaría verlo triunfar en alguna de las grandes ligas el año que viene, porque es un futbolista de los que enganchan al público.
Quizás lo más flipante es la facilidad que tenemos para debatir de esta forma sobre el fútbol, jugadores míticos, selecciones de ensueño, etc... como si nos fuera la vida en ello. Pero, ¡y lo bien que nos lo pasamos! (Pen)Último comentario: Creo que Arshavin es un buen jugador, pero es muy raro que haya explotado tan tarde (con 27 años). Por ese motivo, pienso que tenemos que ser un poco más prudentes.
Qué extraño ha resultado. Pedaleaba por el entorno de Cavallers y llegué a la plaza de la Virgen. Era el sábado de Corpus y las rocas estaban expuestas, alineadas frente a la Basílica ordenadamente; toda esa fantasmagoría rodante y algo ingenua de animales imposibles y escenas dudosas. Aprovechando las rampas de madera por las que habían bajado las mismas rocas al centro de la plaza, me deslicé hasta alcanzarlo, ese espacio central y mítico siempre vedado por tres escalones. Sin prisa ninguna, curioseé los artefactos uno a uno sin descabalgar o echando el pie a tierra de tanto en tanto, leí piadosas y fechadas inscripciones, sorteé los escasos turistas que miraban extrañados la exposición, con cara de dudar sobre la permanencia o transitoriedad del variopinto museo. Y después salí de allí, enfocando de nuevo Cavallers. A cierta altura de la calle, apenas veinte metros tras dejar la plaza, es cuando ocurrió todo.
Justo cuando acababa de sobrepasarlo, un músico ambulante situado junto a la valla que guarda los jardines de la Generalitat empezó a tocar un violín eléctrico. No sé porqué me di la vuelta. Era una melodía extraña, vieja, quizás improvisada. Melancólica y lánguida, lenta y armoniosa, algo que reconoces sin duda alguna y a lo que con la misma certeza sabes que nunca podrás dar nombre sencillamente porque nunca lo supiste. Me quedé mirándolo a unos metros. El sonido extraño y metálico del instrumento mezclaba la pureza del violín con el sinsentido contradictorio del amplificador, creando una atmósfera de irrealidad que pocas veces he sentido. Entonces levanté la vista. Frente a mí, la Basílica y las rocas formaban un todo indisoluble: águilas floridas, ángeles triunfales, diablos rampantes, brazos detenidos en el aire, barras catalanas, hornacinas absurdas, flamígeras espadas, dragones ilustrados, vetustos tapices, griales, palomas, capiteles, tejas, cielos. El inmenso toldo que cubre la plaza se agitaba por el viento, creando sobre la fachada una rápida e inacabable sucesión de luces y sombras. Nubes cuajadas de agua de primavera corrían con fuerza y el sol jugaba con ellas. No sé que fue. Quizás la hora primera de la tarde, ese momento algo irreal en el que el día pugna consigo mismo para no empezar a caer. La conjunción de una escena delirante con un instante de ánimo muy concreto, la música irrepetible, estos días extraños, una atmósfera de ensueño, quizás sólo eso, el rastro de un sueño.
Angresola
Bienvenido, Angresola, y gracias por este comentario tan Blasco como Ibáñez.
Si me lo permite el administrador de este blog, quisiera hacer una pregunta a Angresola: ¿dónde compra usted los tomates para la ensalada? Son más potentes que el ácido lisérgico puro. ¡Vaya colocón!
Angresola, eres el hijo bastardo de Antonio Domínguez? Te recomiendo su libro "Tu cuerpo en mi desierto" que para tí será droga dura...
Angresola, ¿eres Casale?
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