jueves, 26 de junio de 2008

Personajes ilustres de la Eurocopa: Alá



El borreguismo que complementa a la idea general de aficionado al fútbol no es culpa de los protagonistas de este ¿deporte?, ni de sus seguidores y ni siquiera del propio fútbol. El borreguismo es una aportación extra fomentada con total empeño por parte de los profesonales de los medios de comunicación, profundizando en esta tarea cada vez más con el tiempo. Existen excepciones, pero tan contadas que no llegan a ser significativas. El intríngulis de juntarse peña para dar patadas y correr detrás de un balón rodeados de millones que saltan, gritan o incluso se ahostian al ritmo de lo que ven es demasiado absurdo y complejo para calzarlo en el ámbito de los media de hoy. Resulta difícil no mencionar la gran defición del legendario entrenador Helenio Herrera, la del fútbol como metáfora de la vida, y fue Albert Camus quien confesó que todo lo que sabía de la vida se lo debía al fútbol.¿Se decidió el autor de El extranjero por las letras al no conseguir cuajar en su carrera de portero de fútbol? Todo esto viene a cuento porque esta impresionante Euro'2008 ha estado a punto de hacer tambalearse a mis sólidos principios laicos. De ateo como Dios manda, quería decir.
A un paso del cambio de acera espiritual total por culpa de la selección turca dirigida por Fatih Terim. No me han dejado ni ganas de pensar mucho antes de afirmar que lo de Turquía en esta Eurocopa es lo más fuerte que se le ha visto nunca a un equipo en una fase final. Un arranque más dicreto imposible, perdiendo sin hacer ruido por 2-0 contra la Portugal del guayón de Cristiano Ronaldo, que les llevó a jugarse la supervivencia ya en su segundo partido, frente a la anfitriona Suiza, bajo una inclemente tormenta alpina. Empezaron perdiendo por un gol de un turco nacionalizado suizo, pero sobre un aunténtico pantano como terreno de juego, los hombres de Terim se dejaron la piel, y más de uno los huesos, hasta remontar en el último minuto del descuento, eliminando así al equipo local. Llegó su segundo encuentro a vida o muerte en la última jornada de la primera fase contra la sólida República Checa, con uno de los mejores porteros del mundo, el cyborg Peter Cech bajo los palos. En el minuto 75, el marcador anunciaba un 2-0 para los checos, y los espectadores estábamos a punto de cambiar de canal cuando los turcos, ya diezmados por las bajas, acortaron distancias. Inmediatamente, Cech cometió el error de su vida y el gran capitán Nihat empató. Los turcos siguieron peleando, perdiendo efectivos por acumulación de tarjetas y lesiones, hasta que en el último minuto de nuevo Nihat colocó el 3-2 en el fondo de las mallas.
Las bajas se habían multiplicado para el choque de cuartos contra la vistosa Croacia de Slaven Bilic, que había ganado sus tres partidos anteriores. Parecía que los turcos ya podían darse por contentos con su épica clasificación, pero magistralmente se dedicaron a desactivar el juego combinativo de los talentosos Modric y compañía, y dando más de un susto a la contra a pesar de estar con las fuerzas al mínimo. Forzaron la prórroga. Entramos en el terreno de lo imposible.Minuto 119. Por fin marca Croacia. No suele haber minutos de descuento en la prórroga, pero el árbitro concedió uno por cortesía. Balón del portero Rustu al área contraria, y un turco lo machacó por la escuadra de la portería croata. Observando la repetición del gol, no sé con qué apuntó ese guerrero antes de disparar con semejante acierto en el minuto 121. Los croatas, lógicamente, habían muerto ya cuando la ronda de penaltis ni siquiera había empezado: Turquía semifinalista.
Se rumoreba sólo les quedaban ya 10 jugadores de campo y 3 porteros para enfrentarse a Alemania, su poderosa archienemiga. El partido que vimos ayer llevó al fútbol, a su épica y a su espectáculo, a esas dimensiones que sólo aparecen una vez cada muchos años. Para no variar, quedaban menos de 5 minutos cuando Turquía puso el empate a dos. Mi crisis de no-fe estallaba. Pero si algo caracteriza a los dioses es su infinita crueldad precisamente con aquellos que más los aman, y los panzers alemanes se sacaron una perfecta jugada germánica para ganar en el minuto 89 y disputar, una vez más, su final. Me caen tan mal, los dioses, que prefiero continuar como hasta ahora, procurando evitar que sepan nada de mí mientras yo de ellos seguiré sabiendo demasiado.

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