lunes, 27 de octubre de 2008

Eróstrato anda suelto



Como pasa con tantas otras cosas, creemos erróneamente que el ansia de notoriedad, fama y protagonismo a cualquier precio es una enfermedad acuñada en los albores del siglo XXI; sin embargo, el canon de este modo de comportamiento data de finales del siglo IV a.d.C. cuando un insignificante pastor llamado Eróstrato quemó el Templo de Artemisa en Éfeso, una de las Siete Maravillas del mundo antiguo cuya belleza, que a nosotros sólo nos ha llegado de oídas, se sustentaba sobre una endeble estructura de madera. Dicen los cronistas que cuando fue apresado, Eróstrato confesó que simplemente lo había hecho por afán de notoriedad y de que todos supieran su nombre, lo cual no deja de tener mérito ya que aún quedaba bastante rato para que los medios de comunicación masivos nacieran y el pastor ni siquiera tenía un móvil con videocámara para mostrarles la hazaña a sus amigos.

Todos los días salgo de la cama con verdaderas ganas de comprender las cosas del mundo y de la vida y de acabar la jornada en paz con la humanidad. Me tocan los cojones indeciblemente las hornadas de realitys protagonizadas por pringados que se dejan humillar públicamente y que son rentables gracias a las vidas tan vacías que las siguen al otro lado de la pantalla y los prolongan mediante conversaciones con otras cabezas huecas ya que, desgraciadamente, siempre necesitamos tener algo de que hablar. Pero retorciendo el asunto me parece que tal vez tengan una utilidad que nos haya beneficiado a todos sin ser conscientes de ello: si en 1980 hubieran existido "Factor-X", "Tienes talento" o cualquier subnormalidad de esa índole, tal vez un desgraciado llamado Mark David Chapman hubiera encontrado consuelo en ellas y se habría tragado las ganas de matar a John Lennon así, realmente por nada. Pero rara vez acabo el día aliviado: antes de apagar la luz, me doy cuenta de que si Chapman hubiera acudido a uno de esos programas, hubiera sido humillado hasta el tuétano sin piedad, según ordena el gusto de la audiencia, y después hubiera asesinado quizá con más saña a Lennon y de propina también a Yoko (lo cual probablemente hubiera supuesto un pírrico consuelo para mucho beatlemaníaco histérico).

Se acerca el deseado November 4th y hay quien dice que Barack Obama está ya ultimando la lista de nombres de su más que posible gabinete presidencial: la hazaña parece que puede tocarse ya con las yemas de los dedos. Aseguran que los servicios secretos americanos están supervisando con todo lujo de detalles su seguridad personal, y menudo agobio debe llevar encima la Gran Esperanza Café Con Leche en su titánica carrera. Pero, como es su obligación, a diario le vemos darse los necesarios baños de masas, estrechando las manos de la gente, sonriendo, peleando los votos uno por uno porsiaca. Y a veces, me pongo malo. No ya por la tentación que el Gran Poder, el de Hollywood, pueda sentir por un futuro bipoic revientataquillas de lagrimitas y sueños rotos (y Óscar para la que haga de Hillary); sino por la cantidad de eróstratos durmientes que pululan en el País de los Tronaos por excelencia, con una subprime jodiéndoles lo poco que les quedase de cordura y una armería en la esquina dirigida por un simpático tendero. Porque matar a Obama es un bocado exquisito para esos trastornos. Nada que ver con matar a Bush. El nombre del asesino de Bush no hubiera durado más de un par de generaciones, como mucho, en la memoria: pronto lo hubiéramos identificado como una especie de becario perpetuo y ninguneado al servicio de la decencia de occidente, o de las pocas migajas que puedan quedar. No sé si el desastre mundial de su política neo-redneck hubiera enderezado el rumbo, pero sí que no nos hubiera costado nada seguir con las tareas del día, y si la noticia me hubiera pillado tomando una humilde y entrañable sopa de fideos, la vianda no se me habría quedado intacta en la mesa hasta pasadas las 7 de la tarde, como me ocurrió cuando el 11-S.

Por aquello de las imprevisibles navegaciones interneteras, nunca es descartable que un eróstrato latente con nociones de spanglish aterrice por aquí, así que aprovecho para razonarle un poco: reprímete y no lo hagas. Déjalo estar, porque seguro que el cambio no será para tanto. Obama decepcionará tarde o temprano, como todos los gobernantes de la Historia, pero no nos jodas los meses que podamos pasar respirando un poco de aire fresco, de creernos por un tiempo que alguien, al menos, parece que se va atomar en serio la imposible tarea de cambiar ligeramente el orden de los valores.